jueves, 20 de agosto de 2009

Chile: el MPT y la experiencia histórica

Jueves 20 de agosto de 2009
AbelSamir
(especialparaARGENPRESS.info)

Queremos cambiar la sociedad desde sus raíces, es decir, además del modelo económico, también la cultura y la ideología. La ideología burguesa y la cultura judeo-cristiana por una ideología proletaria y una cultura basada en la libertad de pensamiento y contra todo tipo de represión cultural, aunque esta represión se oculte bajo dogmas y criterios contra la naturaleza humana y se camuflen en “el respeto a sus creencias”.

Esa es una gran tarea que parece más bien una utopía que una posibilidad realizable en un momento en que la sociedad chilena está cada vez más alienada por la cultura y la ideología burguesa y más impregnada del conformismo y del consumismo capitalista. Pero toda utopía puede transformarse en su contrario dependiendo de la consciencia y de la acción revolucionaria de las masas.

Sabemos por experiencia que, aunque hoy se vean las masas de trabajadores tanto del campo como de la ciudad sumergidas en la pasividad y en la apatía, todo puede cambiar en un momento dependiendo de varios factores, dentro de los cuales ―a mi juicio― el más relevante es el instrumento revolucionario. Pero, ¿cuál instrumento? ¿El partido revolucionario? o ¿el frente que agrupe a la izquierda dispersa y que se encuentra sin una orientación definida sobre la estrategia y la táctica a seguir? ¿O ambos?

Si nos detenemos un poco a meditar de lo sucedido y comparamos nuestra historia con otras que han sido relevantes, es importante hacer un paralelo. Recordemos que la historia es el único laboratorio que tenemos para investigar la sociología. Mucho se ha escrito sobre la Unidad Popular y la caída del gobierno de Allende bajos las botas militares el 11 de septiembre de 1973. Pero no se ha analizado en profundidad las contradicciones internas dentro de las mismas fuerzas de la UP. ¿Qué fue lo determinante para nuestra derrota? Porque, ¿había o no debilidad en nuestras fuerzas? Algunos dicen de que faltó una política militar. Otros, que no había armas. Otros, que ciertos personeros de izquierda como Altamirano, habrían provocado a los militares. Otros, con muy mala intención y con una concepción revisionista del marxismo, manifiestan que la izquierda revolucionaria provocaba al aparato de represión del Estado. A pesar de que ahora se sabe que, el gobierno de USA, desde antes del triunfo de la UP preparaba ya un golpe de Estado, todavía se insiste en estos criterios que confunden a las masas. Como si la burguesía y el Imperio fuesen a ablandarse frente al avance de la UP en el terreno de las expropiaciones que se hicieron gracias a los decretos leyes que el coronel Marmaduke Grove, durante la República Socialista de los 100 días, decretó y que durante el gobierno de la UP la derecha no reconoció como leyes vigentes. Los que sostiene esos razonamientos tan equivocados olvidan lo principal: la lucha de clases que se hizo más fiera a medida que las medidas económicas del gobierno afectaban a los capitalistas y a las empresas transnacionales. No se trataba solamente de problemas ideológicos, era la lucha por sus intereses. Y allí estaban también los intereses de los capitalistas norteamericanos.

En marzo de 1973 quedó claro que las masas populares apoyaban con un 44% al gobierno, en tanto que la derecha unida (conservadores, liberales y demócratas cristianos) sumaban un 56% de los votantes o estaban cercanos a esa cifra. Y la unidad de la derecha era mucho más estrecha que la unidad de la izquierda de la UP. Tenían un objetivo común: salvaguardar el sistema capitalista y, por tanto, era necesario abatir a la UP. Lo concreto es que la UP no contaba con la mayoría del electorado para seguir aplicando su política. Había que continuar sin el consenso mayoritario de las masas. Digo de las masas porque nadie puede afirmar que los contrarios sólo eran la clase burguesa y la pequeña-burguesía. No olvidemos que los mineros del cobre de la mina “El Teniente” fueron a la huelga política contra el gobierno. Ellos en ese momento cumplían el triste papel de perros falderos de la burguesía.

Las razones por las cuales no contábamos con una mayoría amplia han sido explicadas desde distintos ángulos. Pero no hay duda que la alienación ideológica de las masas jugó un rol preponderante. El anticomunismo producto de la propaganda bien orquestada por la derecha dio resultado. La Media (que contempla todos los medios de comunicación: audio, oral, visual y una mezcla de ellos) en gran parte en manos de la reacción como ocurre hoy, jugó su papel antipopular. Aunque había un movimiento de cristianos por el socialismo, la Iglesia, como institución, estaba llena de curas reaccionarios contrarios a la UP y a la idea del socialismo. No podemos olvidar al cura Hasbún ( un héroe de la reacción chilena) promotor de acciones criminales contra la UP. El “Opus Dei”, como superestructura del Vaticano (una especie de Estado Mayor) cumplía muy bien su propósito y su tarea de aliado del capital. Después del golpe, años después, los errores cometidos por el “socialismo real” de la URSS vieron la luz y alejó a muchos de la sola idea de un sistema parecido en Chile. Aunque todavía existen sectores populares y partidos que revindican ese modelo, lo cual es motivo de desunión entre las fuerzas populares. Los archivos de la KGB abiertos a los periodistas muestran acciones repudiables que son producto de un sistema que no se parece en nada a lo que Marx se imaginaba como la base de la nueva sociedad. Es fácil rechazar la legitimidad de los archivos secretos de la KGB y lanzar teorías parecidas a la ciencia ficción de que allí está la mano de la CIA. Tampoco es lógico ni aceptable atribuir al marxismo esos repudiables hechos. Sobre todo que las víctimas en su mayoría eran gente proletaria y una gran parte de ellos eran miembros del partido comunista.

Pero el factor, determinante (pienso), en es época anterior al derrumbe de la URSS, era nuestra propia debilidad: la falta de la unidad en la llamada Unidad Popular. Los partidos más importantes dentro de la coalición de la UP, el partido socialista y el partido comunista, caminaban cada uno en direcciones diferentes y a veces chocaban. Me atrevería a decir que tenían proyectos diferentes. El modelo de sociedad del PS no era coincidente con el modelo del PC. Además había un desacuerdo muy importante: la estrategia para llegar al Poder (todo el Poder) era muy equidistante. A esa falta de unidad, se agregaba la falta de unidad entre el gobierno y sus partidos, además entre esos partidos más el gobierno, con las masas obreras de la capital. Los cordones industriales no estaban bajo el mando del gobierno, obedecían a partidos y movimientos de la izquierda, de dentro y fuera de la UP. Se puede hacer un cierto paralelo con lo que ocurrió durante la guerra civil española. En 1937 el gobierno republicano ya no daba conducción y era sobrepasado por los partidos. Terminó siendo un gobierno que no gobernaba más que en teoría y que se limitaba a aprobar las acciones que lo habían desbordado. Está claro que al final del período de la UP se estaba produciendo una especie de Poder paralelo, aunque la intención no era esa: estaba a la vista la debilidad del gobierno para detener al golpismo. Luego era necesario organizar a los obreros de la gran industria de Santiago para resistir la embestida que se nos venía encima. Pero, en la práctica se estaba creando un Poder paralelo a las cuotas de Poder que tenía el gobierno. Y no puedo decir todo el Poder, porque una gran parte de los aparatos del estado seguían en manos de la burguesía, ya sea material o ideológicamente. Y allí se evidenció claramente la dispersión táctica entre las fuerzas de la UP. Mientras el PS, el MAPU y otros llamaban a organizarse, el PC rechazaba desde un principio esta organización y en sus lemas callejeros durante las grandes demostraciones, decían: No a la guerra civil. Ese lema parecía justo, sin embargo, desmovilizaba a la masa obrera frente a una derecha preparando las condiciones del golpe y que además había tomado la iniciativa en acciones armadas que no eran reprimidas ni por carabineros ni por el ejército. En ellos había increíble una cortedad de vista.

La debilidad del gobierno y de su táctica de no rompimiento de la institucionalidad se enfrentaba con una derecha (incluida fuerzas demócratas-cristianas) a la ofensiva que incluso en lo político ya habían tomado la iniciativa. Allende se esforzaba por mantenerse dentro del sistema institucional burgués, mientras la derecha, en realidad, estaba dando pasos fuera de él. Y en las FFAA se hacía agitación contra el gobierno y no sólo en grupos reducidos. Ya los oficiales se permitían acusar al gobierno frente a la tropa de un gobierno con ideas foráneas que destruía el país (claro por un lado había razón para ello porque el país pertenecía a unos pocos). Cuando Altamirano y Garretón denunciaron estas actividades que ocurrían dentro de la Armada, en vez de ser escuchados y de tomar medidas políticas más fuertes, el gobierno se sometió a lo que decidió la Armada: reprimir no a los oficiales golpistas, sino a tropa que había denunciado estas actividades. Los responsables eran los marinos, los verdaderos responsables pasaron inadvertidos. Más de 200 marinos fueron tomados presos, mientras que ningún oficial fue detenido y trasladado a la cárcel. El PC tampoco se manifestó claramente sobre las medidas gubernamentales contra los oficiales golpistas. Esta debilidad del gobierno le costaría caro. En la Armada nació el grupo que iniciaría el golpe. Pinochet se agregó a última hora. Fue más bien un oportunista que se declaraba amigo de Allende.

Años después, ya en el exilio pudimos constatar que entre el PS y el PC no sólo existían enormes divergencias, también mucho rencor y en algunos individuos de ambas partes, casi odio. Mientras el PS se iba desmoronando por las disensiones internas y la existencia de caciques con sus apretados seguidores, llegó el derrumbe de la URSS que los comunistas no lo esperaban, y ni siquiera se habían imaginado. Todavía el derrumbe no ha sido comprendido y no ha sido analizado en su totalidad. Para explicar esta hecatombe surgen posiciones simplistas: de que el “socialismo” habría sido derrotado por el capitalismo. En el fondo, quiénes sostienen esa tesis tienen que llegar a la conclusión que el capitalismo es un sistema más estable que el socialismo, o que el socialismo (que ellos llaman) sería un sistema fácil de derribar. Otras tan simplistas como esa: que los miembros del PC habrían cambiado de color, de rojos a azules. Como si se tratase de cambiar de un día para otro de ideas políticas y masivamente o cambiarse de camiseta. La simplicidad tiene cara de ignorancia y de temor al análisis de la realidad. No se quiere ver los errores del sistema llamado “socialismo real”, es decir no se quiere reconocer su esencia. Para los trotskistas se trata de que una burocracia “degenerada” se había apoderado del Poder. Claro está que esa burocracia estaba nada menos que constituida en su mayor parte por militantes del partido comunista. No se entiende de que clase de degeneración se trata: ¿biológica? ¿mental? ¿genética? ¿sexual? u ¿otra no especificada? No se quiere reconocer que entre la superestructura del PCUS y la base proletaria había un abismo y que ese abismo se ensanchaba con el tiempo y, que había transformado a la base en una masa realmente apolitizada y apática, cuando sabemos que la revolución necesita de la movilización constante de la base, una clase que en los últimos años de la URSS se ausentaba del trabajo por cualquier motivo, en que su alcoholismo era muy pronunciado. Razones que incidieron a bajar el rendimiento de la producción, y que esta cayera más allá de lo normal. Lo que redundó en definitiva en una caída de la tasa de crecimiento del ingreso nacional. Las medidas tardías y alejadas de la necesidad del Poder compartido ―partido-masa, no entendida por los comunistas― alejaron a las masas del PC que, en la práctica, dejó de tener el apoyo de una base sólida, lo que condujo al derrumbe y permitió la vuelta del capitalismo. En realidad el sistema soviético era como un barco viejo con un casco horadado.

En el exilio, estas fuerzas que fueron la base principal de sustentación de la UP, se hicieron trizas. Mucha militancia los abandonó totalmente, desconcertados por el derrumbe de un sistema que se creía fuerte y seguro. Pero el derrumbe fue increíblemente rápido. Fue como un castillo construido sobre la arena. Vinieron las olas y lo borraron todo como dice una canción. En la URSS, de sus 18.000.000 de miembros, el partido se redujo apenas a 15.000. Fue peor que la peste negra que asoló a Europa en la Edad Media. La clase obrera, muy numerosa por cierto, se quedó en sus casas contemplando la derrota sin intervenir. Tal vez en su fuero interno deseaban esa derrota o les daba lo mismo, de otra manera no se explica es actitud ausente y esa indiferencia tan marcada. Me asalta una pregunta que muchos se la hacen hoy en día: ¿Tenía la clase trabajadora el Poder? ¿Quién tenía el Poder en ese enorme Estado? El sistema de la URSS, ¿era realmente socialismo o era sólo un capitalismo de Estado?

Pero la unidad no puede hacerse sobre la base de puras tácticas comunes y dejar para más adelante la estrategia y el objetivo que se persigue. Este último debe ser lo que define si nos unimos o no. Si marchamos juntos hacia un mismo objetivo o si realmente no tenemos un proyecto común de sociedad. Y puede suceder que los que unos ven como la sociedad a la que aspiramos no tenga casi nada en común con las aspiraciones de los otros. Y allí ya no se trata de los criterios puramente economicistas. La gran contradicción, en todo momento, sigue siendo entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. O sea, se trata de un problema no sólo económico, también político. Tal vez, más político que económico. Por algo Lenin definía a la política como la expresión reconcentrada de la economía. Si entendemos por política a la forma principal con que se relacionan y las clases en la lucha por sus intereses. Una forma de relación. La relación entre el dueño de los medios de producción con sus trabajadores, es decir con los explotados por él. Relación entre clase dominante y clase sometida. Y el interés fundamental de la clase trabajadora es cambiar estas relaciones sociales de producción por otras nuevas, en donde esta clase deje de ser una clase sometida y explotada y pase a ocupar el lugar de la clase dominante. De esta manera el problema fundamental sigue siendo el problema del Poder. La experiencia histórica nos lleva a acentuar la necesidad de construir ese Poder desde la base y no desde la superestructura. Pero, en lo fundamental, no se trata sólo de un Poder dual, propio de una situación de crisis, sino de apoderarse de todo el Poder, de otra forma no se puede construir una nueva sociedad.

Pero hay organizaciones y organizaciones. Algunas plantean una política ilusoria como la de los piqueteros en Argentina que creen que han cambiado la sociedad porque entre ellos hay una forma social más integrada, más comunitaria, con trueque en vez de dinero o dinero que ellos mismos producen. Pero eso ocurre en un sector muy minoritario de la sociedad que no presenta un problema al capitalismo. Como lo que ocurrió con la experiencia de Owen en la Inglaterra del siglo XIX. Terminó arruinado y viviendo en la pobreza en USA. Existen organizaciones de orientación anarquista que piensan que para cambiar el sistema capitalista por uno no capitalista no es necesario tomar el Poder. Otras organizaciones con una fuerte influencia de la ideología burguesa creen ver en la lucha electoral, en la que puedan obtener algunos diputados y senadores, un avance hacia ese Poder. No sólo son miopes, son terriblemente olvidadizos y ya no recuerdan ese aciago día del 11 de septiembre de 1973. La historia no les dejó ninguna enseñanza. Creen que aunque realmente la situación no es la misma hoy, las fuerzas armadas han cambiado su esencia. La “democracia” es ahora realmente democrática. Los burgueses son más estúpidos que antes. Y los militares son ahora menos políticos, individuos sin ideología que ya no forman parte de las fuerzas represivas del sistema. ¡Qué gran ilusión! Para esa gente el marxismo es historia. Tal vez nunca entendieron las enseñanzas de Marx o a lo mejor ni siquiera se enteraron de que se trataba.

Me pregunto continuamente que hubiese ocurrido si durante la UP, hubiésemos tenido un mayor apoyo de masas y si la unidad nuestra hubiese sido más férrea deponiendo los intereses partidarios, para asumir los intereses de la clase trabajadora. Si nos hubiésemos preparado en forma para resistir el golpe. Si no hubiésemos desmovilizado a la clase proletaria como realmente ocurrió, ¿habría triunfado el golpe de Estado? ¿Habría sido apoyado Pinochet y los golpistas por todos los regimientos y los barcos de la Armada? Y no me vengan con cuentos de que en ese aciago momento del 11 de septiembre había el consenso de la unidad. Tal vez en la base ocurría eso en parte, pero los comunistas eran muy disciplinados y muy idealistas. Por algo entre sus filas había una gran militancia que eran Testigos de Jehová, Pentecostales, mormones y de otras sectas religiosas ultra-conservadoras que han tenido su nacimiento en USA. En la mayoría de las fábricas los comunistas abandonaron sus trabajos y se fueron a sus casas, no todos claro. Hubo los que se avergonzaron de sus camaradas y quisieron correr la suerte de los que se quedaron en sus lugares de trabajo conforme al plan elaborado por cuatro generales que se decían defensores del gobierno y de la democracia, entre ellos estaba nada menos que Pinochet. Los que tuvimos conocimiento de parte de este plan comprendimos que algo andaba mal, ya que el plan le entregaba la iniciativa a los golpistas y las fuerzas (casi sin armas) quedaban a la espera de los acontecimientos fraccionada. Había en el ejército desde los años 60 un plan de contrainsurgencia llamado el plan Cobre (estrictamente secreto) que en lo fundamental era muy semejante a la acción desencadenada por los golpistas. Me atrevería a asegurar que ese plan le sirvió de base a Pinochet para elaborar el plan que se siguió durante el golpe. Y eso me consta, no es sólo un decir. Incluso hubo trabajadores demócratas-cristianos que se quedaron con nosotros. En “Lo Hermida”, ese día 11 organizamos una unidad de combate, la cual fue integrada por unos 70 individuos de ambos sexos. Teníamos muy pocas armas y algo de explosivos. Entre los integrantes habían 5 demócratas-cristianos y yo asombrado les pregunté: ¿Y ustedes? Ellos me respondieron: ante nada, compañero, somos obreros, somos de la misma clase. Y se sometieron a la disciplina que implantamos. Y respondieron ejemplarmente. Ellos, por sobre todo, tenían conciencia de clase. En cambio los demócratas-cristianos de clase media eran fundamentalmente golpistas. Frei Montalva ―el Kerenski chileno― fue el motor principal de ese partido que estuvo detrás del golpe. Fue él el que impidió los diálogos con el gobierno, azuzando de esa forma a los militares a dar el golpe de Estado. Ese partido, integrado por tantos partidarios del golpe, es hoy en día una de las fuerzas principales de la Concertación al ladito de los mal llamados socialistas. Esos que renunciaron a sus principios proletarios y se vistieron apresuradamente del ropaje burgués. De esa forma fueron más aceptables para su general Pinochet (el representante de los intereses de la burguesía nacional y de USA fundamentalmente). ¡Qué gran parecido existe entre los socialistas-revolucionarios y mencheviques y estos socialistas chilenos, cuando esos rusos de izquierda se unieron a los golpistas del general Kornilov en Julio de 1917 durante el proceso de la Revolución Rusa! Como que la Historia se repite de alguna forma en diferentes latitudes, aunque no sea exactamente igual.

Transcurrieron muchos años y la izquierda chilena continuaba prácticamente en receso. Algunas fuerzas como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y otras fuerzas menores habían empuñado las armas contra el Estado chileno de Pinochet y también durante un corto tiempo de la Concertación. Esta Concertación, una unidad de centro “izquierda”, siguió por el camino económico trazado por el general y sus economistas pro-norteamericanos. El sistema neoliberal se impuso y continuó de lo mejor con esa coalición. El modelo era el mismo. USA nunca había estado más conforme con un gobierno chileno como con éste. “Socialistas” profundamente capitalistas y defensores a ultranza de las transnacionales. Un gobierno represivo contra el pueblo mapuche y partidario de aquellos que se adueñaron por la fuerza y con la ayuda estatal de las tierras de ese pueblo originario. Además no han intentado cambiar la Constitución Política del Estado impuesta por la dictadura. El PC y otras fuerzas menores han sido perjudicadas con el sistema binomial que la dictadura dictó y que es una gran barrera de entrada al sistema electoral de partidos pequeños o medios, favoreciendo las grandes coaliciones. El PC, para salir de esa barrera llamó a formar una coalición de fuerzas de izquierda bajo el nombre de “Juntos Podemos Más”. El objetivo del PC era claro: conseguir algunos diputados y algún senador. No pretendían ir más allá. Al mismo tiempo, el PC coqueteaba con la Concertación, aun cuando la criticaba por su práctica reaccionaria. Había que casarse con Dios y el Diablo para lograr sus propósitos. Los principios son principios hasta que no se transgreden. Después se levantarán otros más acomodables a la situación. Se transformaron en mercaderes de principios. Claro, encontraban correcta su táctica política. Pero esa táctica echó por tierra al “Juntos Podemos Más”. Ya no estaban juntos y podían casi nada. Difícilmente el PC podría encontrar nuevos aliados para reflotar su coalición. Sólo los seguía una fuerza pequeña: la izquierda cristiana. Así estaban las cosas cuando muchos grupos dispersos buscaban construir una unidad táctica y estratégica para avanzar en la lucha que se avecinaba. Así fue como uno de esos movimientos, el MAP (Movimiento por la Asamblea del Pueblo) dio el primer paso e impulsó el MPT (Movimiento del Pueblo y de los Trabajadores) el cual se formalizó 31 de enero de 2009.

Se inició como un referente unitario para coordinar la lucha de clases, no solamente la lucha reivindicativa económica. El MPT es una organización que no tiene su raíz en el economicismo. Como ellos mismos dicen: “Aspiramos a construir la fuerza (política y probablemente militar?) destinada a suprimir toda forma de dominación”. O sea, tanto la dominación económica, política, social, cultural e ideológica. Todas esas formas que se concentran en el Estado. Por tanto, su lucha no puede estar desvinculada de la lucha por el Poder del Estado. Más adelante dicen rechazar los acuerdos con la derecha política y con la Concertación que no es otra cosa que la otra cara de la medalla de la reacción.

El objetivo que se proponen es una sociedad no capitalista. Dicen ellos: “una sociedad sin clases, solidaria, igualitaria y liberadora”. Una sociedad sin clases no puede surgir sin el total desplome de la clase burguesa, y sin la toma del Poder, por tanto llegamos a la misma encrucijada: hay que tomar el Poder y para eso es necesario contar con un eficaz instrumento revolucionario y el apoyo de las masas. De eso se deduce que la lucha es larga y el triunfo no está cerca. La tarea principal es el trabajo político de masas. Este trabajo lo ven correctamente en todos los ámbitos y en todos los espacios. Tanto dentro de las minorías como en las mayorías, en las etnias expoliadas y reprimidas, en la lucha por un mundo con un medio ambiente mejor. Pienso que todo esto es correcto si al mismo tiempo se construye y se acera el instrumento revolucionario.

La crisis actual del capitalismo todavía no es tan profunda para derribarlo. Pero vendrán otras crisis y a lo mejor otras más profundas y esas crisis siempre han sido las catalizadoras de las revoluciones. Por ello, es necesario trabajar arduamente en este proceso unitario. En este proceso han de surgir muchos inconvenientes y trabas, especialmente ideológicas. También sobre el objetivo mismo: ¿Qué clase de sociedad? y, ¿cómo llegar a ella? Hoy, distintas fuerzas e individuos sin partido se integran. Eso es saludable, si es que esa gente llega premunida de un espíritu revolucionario con un fuerte contenido gregario: cooperación y altruismo.

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