miércoles, 19 de mayo de 2010

ECUADOR: Conversaciones sobre el gobierno, el movimiento indígena y el movimiento popular

Luis Macas

(Entrevista realizada el 14 de abril de 2010)

Han pasado ya 3 años y 3 meses del gobierno de Correa. ¿Qué balance hace el movimiento indígena?

El gobierno y particularmente el presidente Rafael Correa es el resultado de toda una lucha social, de todo un proceso de luchas populares, no es un hecho repentino, fortuito, más bien responde a un proceso que tiene que ver mucho con las propuestas que ha generado el movimiento popular en general, y obviamente el movimiento indígena. Históricamente, lo que este pueblo busca en el marco democrático son cambios significativos.

En el marco de esas luchas de diferentes sectores, en este proceso de construcción de una propuesta aparece Rafael Correa, y creo que él fue bastante hábil como para catalizar todo este acumulado histórico que había, y la población, la ciudadanía, lo que hizo fue elegir al presidente Correa en el sentido de que él era el portador de todo este proceso de lucha, diferenciando que él no ha estado en la militancia, en ninguno de estos sectores; lo que él hizo fue tomar esta propuesta en su discurso político, que le catapultó para llegar al poder. Obviamente, si hubo un apoyo mayoritario del pueblo ecuatoriano es porque queríamos ese cambio, queríamos q todo ese proceso de lucha de los sectores sociales, populares de este país se vean ejecutados a través de este gobierno. Esa es la expectativa que se genera con el triunfo de Rafael Correa. Nuestro pueblo quiere un cambio. Nosotros estamos en un proceso franco de transformaciones.

Correa capitalizó todo lo que el pueblo, los movimientos sociales han venido generando, toda esa fuerza de lucha, y sobre todo sus propuestas. Aunque se hizo un slogan del gobierno, en realidad el pueblo es el que derrotó a la partidocracia. El pueblo es el actor fundamental aquí.

Lo segundo tiene q ver con la ejecución, por parte de este gobierno, de aquellas propuesta que en el discurso se han planteado incluso de manera exagerada.

3 escenarios: uno, los partidos de derecha. Efectivamente se afectó a la derecha como expresión política, que tenían la hegemonía política tradicionalmente; pero ya en el poder real que ellos ostentan no ha pasado absolutamente nada, no se les ha afectado en sus verdaderos intereses como sector dominante de este país.

La empresa está ahí, la banca está ahí. Si bien ha habido un intento en el caso de las instituciones financieras cerradas, hubo un intento de subsanar ese problema, pero, con el tiempo, parece que eso va a quedar como una simple plataforma política. A la banca activa en este momento, no ha habido ninguna afectación, salvo en esto últimos tiempos en que se dijo que tienen que retornar los capitales al país. Pero tampoco hay una exigencia para que el sector financiero de este país cumpla su función social mínimamente.

La empresa privada, industrial, agrícola, sigue teniendo los privilegios q ha tenido siempre en lo que tiene que ver con los medios de producción, la tierra, el agua, ellos han reconcentrado más bien algunos de estos componentes fundamentales. En estos 3 años y 3 meses debería haber ya una política que vaya hacia la redistribución de los medios de producción a otros sectores más necesitados, como los pequeños y medianos productores. Para no ser tan radicales, el planteamiento del movimiento indígena, la revolución agraria, no está contemplada en la revolución ciudadana. En definitiva, si no está incorporado un sector muy importante de la población de este país, este proceso “revolucionario” no es revolucionario definitivamente.

El otro escenario que es importante para nosotros es el pueblo: ¿cómo está el pueblo? Hay que preguntarse primero: ¿quién hace las revoluciones? Obviamente es el pueblo, pero si es el protagonista el pueblo, tampoco hay un proceso revolucionario real. Aquí surgen varias preguntas. ¿A qué tipo de revolución responde la revolución ciudadana? Hace un tiempo decía que esa derecha tradicional, recalcitrante, está desplazada en este momento, pero de ninguna manera se le ha aniquilado; pero está desplazada por una nueva generación de esta clase en el poder. Una nueva generación con otros conceptos, con otras estrategias, con otras políticas, que no son las de la vieja derecha: son sutiles, absolutamente modernos para remozar el mismo sistema que ha vivido este país, pero con otros actores.

Yo le caracterizaría al gobierno como la emergencia de un sector importante de esta derecha, incluso con algunos trasplantes desde el discurso, se han tomado simbologías, se han usurpado propuestas desde el pueblo, pero eso ha quedado en el discurso nada más, no responde a los hechos ni a las políticas del gobierno.

Para terminar, el pueblo no es partícipe de este proceso. Al menos los diferentes sectores organizados, las organizaciones históricas que han generado toda esta propuesta de cambios, que han elaborado agendas de lucha, de estrategias, de objetivos comunes. Y más todavía cuando vemos que el gobierno ha tratado de golpear a este sector, aniquilar a este sector; por ejemplo en el caso de los trabajadores, la revisión de los contratos colectivos tiene mucho que ver con la disolución de los procesos de organización. No sé si pueda llamarse esto flexibilización, pero lo cierto es que el sector obrero, sindical se ha sentido seriamente afectado por este gobierno, porque han sido lesionados sus derechos.

¿Qué ha hecho con el movimiento indígena? Es igual la búsqueda de mecanismos de debilitamiento, incluso de aniquilamiento. Yo diría que nos está golpeando más fuerte que el propio Lucio Gutiérrez. La cooptación ya no es solamente de los líderes, de los dirigentes de base y regionales, es también de organizaciones, sobre todo de base, como las comunas, pero también organizaciones de segundo grado. Por ejemplo, se firman convenios supuestamente de desarrollo en el norte de Imbabura, o en el sur de Loja donde la gente se estuvo preparando con acciones en contra de este proyecto minero.

Todas las instituciones que supuestamente eran conquistas del movimiento indígena, sobre todo de la Conaie, como el Codenpe, la Educación Bilingüe, sirven ahora para perfeccionar esta estrategia de división, de desmantelamiento de nuestras organizaciones.

 A nuestro entender, el [ataque del gobierno a los movimientos sociales] no es solamente para tener luz verde y poder hacer realidad lo que su programa de gobierno pretende. En el proyecto del gobierno, el desarrollo económico, el crecimiento económico está basado en la explotación de los recursos naturales, y busca entrar por la avenida grande para hacer lo que quiere hacer con los recursos naturales. Pero no queda sólo ahí. Lo más perverso es que parece que la intención es acabar definitivamente con el proyecto popular en nuestro país. No es gratuito que esté en contra de los maestros, de los estudiantes, de los sectores sindicales, de los indígenas, es decir, de los sectores que históricamente han generado luchas y propuestas de cambio. Lo que hace el gobierno es desmantelar todo y acabar con ese proyecto político popular.

Desde el mismo inicio, desde cuando se postuló, se veía venir lo que estamos presenciando, lo que estamos viviendo, es decir, un gobierno que lo que va haciendo es que este sistema se fortalezca. Llámese como se llame este régimen que ha establecido, no deja de ser populista, ha hecho las mismas mañoserías de “encantamiento” al pueblo, esas formas asistencialistas que todos los gobiernos han hecho. No es un gobierno encauzado ni siquiera a generar algunos mecanismos, instrumentos para que el país pueda encaminarse hacia cambios más serios, más profundos. Va a fortalecer este sistema, va a renovar muchos de los ámbitos que, aunque puedan parecer para nosotros que son de avanzada, van a enraizar mucho más el sistema de acumulación, de libre mercado, en otras palabras, el capitalismo. Si bien es cierto no se está perfeccionando esa forma tan atrevida que fue la privatización de las áreas estratégicas, de las áreas públicas, en cambio se está tratando de legitimar el sistema capitalista.

El movimiento indígena

Frente a este panorama, ¿cuál es la situación actual del movimiento indígena?

Hay varios motivos, varias causas de por qué en este momento se ve desde fuera que el movimiento indígena está en serio estancamiento de su proceso social, político, de lucha. Hay que empezar por lo que habíamos dicho hace un momento. Hay intervención de muchos agentes desde fuera. Ahí está la mano del gobierno, por un lado, que ha tratado de buscar las partes más débiles del movimiento indígena. Su estrategia inicial fue conocer al movimiento indígena, y obviamente dentro del gobierno se conoce cuál es la estrategia del movimiento indígena. Ese es uno de los factores que ha resquebrajado al movimiento.

Pero el movimiento indígena está en las comunidades, está en sus organizaciones de segundo grado; es más, está en algunas de sus luchas reivindicativas hechas realidad ya, como son los gobiernos autónomos comunitarios. Yo he estado en algunos de ellos, por ejemplo en Planchaloma, en Quinsapincha, en Cañar, organizaciones con tenido un ejercicio, una práctica político muy importante, y se les ve en franca recuperación. Y digo que está, porque muchas veces se dice que el movimiento indígena está ya en vías de desaparición. No está en la escena pública en la escena política, como antes haciendo frente al sistema, siendo interlocutor de los gobiernos, como era anteriormente, pero está en sus comunidades. ¿Cómo vamos a desmoralizarnos? La semana anterior yo estuve en Loja. Aparentemente, nuestra organización provincial no aparece, no está; pero cuando ya estuve en una organización zonal, es un poder de convocatoria extraordinario, abrumador.

Lo que hace falta, desde mi punto de vista es una conducción, una orientación. La debilidad nuestra es que hemos perdido la perspectiva, hemos perdido un poco el rumbo, y hemos perdido los puntos fundamentales de nuestra agenda. Entre serio y en broma, yo les digo: “Compañeros, a ver, ¿cuál es el punto fundamental de nuestra agenda?”, y nos quedamos medio perdidos. La agenda está, pero parece que ese proyecto político se ha ido perdiendo de vista. ¡Qué sé yo!, la participación político electoral, que a mí sí me parece que es un aspecto decisivo para el debilitamiento del movimiento indígena, porque le hemos puesto mucha prioridad allá, porque creemos que por allí vamos a salvar nuestro país, que ahí sí vamos a fortalecer el movimiento indígena. Entonces ahí sí hay un mar de confusiones: decimos que por ahí posiblemente es el camino, cuando en realidad sabemos que no está por ahí.

Y no es que yo descarto la participación político electoral del movimiento indígena, no es que sea totalmente negativa; yo creo que puede ser un camino. Lo que yo digo es que los objetivos del movimiento Pachakutik, cuando recién se iba creando, [eran] ir hacia el interior de la institucionalidad, pero para darle guerra, para luchar desde la institucionalidad, no para sentarme y acomodarme: “Ah, pues soy un señor prefecto, soy un señor diputado, asambleísta, o alcalde, o concejal”, y que todo el mundo tiene que sacarse el sombrero.

Nosotros decíamos que allá tenían que irse los compañeros más claros políticamente, ideológicamente. Yo conversaba alguna vez de esto con el compañero Ampam [Karakras], y él decía “Parece que los primeros dirigentes de nuestras organizaciones sabían a dónde íbamos”. Lo que quiero decir es que a nosotros siempre nos han visto como un movimiento reivindicativo, como que estuviéramos luchando desde los indios y para los indios. Pero nuestro proyecto, desde el levantamiento de Daquilema, pasando por Dolores Cacuango, y más atrás, incluso, la insurrección de Túpac Amaru, es por la liberación de nuestros pueblos, no es que nosotros estamos pretendiendo que nos den solamente la lengua, que hablemos el quichua, que nos dejen hacer como indígenas lo que hacemos, con nuestras costumbres, incorporar a la estructura de este Estado indeseable, todos estos elementos identitarios, culturales, y ponerlos como un apéndice, no.

Entonces, con el compañero Ampam decíamos: “¿Y qué pasó con los compañeros?: ¿se murieron? ¿se fueron? ¿están en el campo?, no sé”. Porque esto fue de pronto así, como apagar la luz: se apagó nomás. Y el compañero Ampam decía: “No, pues, lo que pasa es que mandamos a los más claros, y allá hicieron el favor de obscurecerles, dejarles como la noche. Entraron allá, y allí están nuestros compañeros”. Y parece ser cierto. Los cuadros que teníamos sucede que fueron institucionalizándose, y como que no quieren salir ya, ahora es difícil.

A veces yo me pregunto: creo que hemos creado un monstruo, como el científico crea el monstruo, después no sabe qué hacer, le tragará al científico; como que estamos así.

Hay un tremendo desgaste. El movimiento indígena ha puesto más de la cuenta: todas sus capacidades hacia allá, todas sus fuerzas hacia allá. ¿Con qué nos estamos quedando? Nos quedamos vacíos. Es explicable: ponemos todo, pero no tenemos nada a cambio. ¿Qué sacamos? En un momento dado tuvimos 12 diputados, y se nos desmoronaron, quedaron 8, creo. Y desde antes mismo, cuando entramos la primera vez, entramos con Miguel Lluco, [Leonidas Iza], 3 compañeros de la Amazonía: al siguiente día se fueron. Hemos puesto casi todas nuestras capacidades para allá, para nada: no tenemos absolutamente nada.

En la década de los 90, antes de entrar a esa cancha prestada de la participación electoral, el movimiento indígena fue mucho más fuerte. En el contenido puede tener muchas deficiencias. Por ejemplo, la ley agraria [durante el gobierno de Durán Ballén]. El presidente de la república, el presidente del Congreso, presidente de la Corte Suprema, el comandante general del comando conjunto de las fuerzas armadas, los obispos de la iglesia católica…: todos ellos se sentaron a discutir la ley agraria. Pero no tanto, el resultado: lo importante allí son los hechos, la práctica. El movimiento indígena tuvo la suficiente fuerza para dialogar con el poder. Y ahora los compañeros presidente de la Conaie, presidente del Ecuarunari mendigando que les hagan caso, por Dios que les den poniendo este artículo tal, este artículo cual, en una comisión de la Asamblea Nacional. No puede ser.

Esto hay que someter a una evaluación seria, profunda y sostenida, que no la hemos hecho. ¿Sirve o no sirve esto que, cuando se creó, decíamos que era un instrumento de lucha? Es un frente de lucha. Hacíamos un análisis de cómo se construye el poder. Decíamos: estas formas históricas, nuestras; la otra posibilidad, que ahora dicen los entendidos que ya está descartada, la lucha armada; y este frente político. Pero la perspectiva, la orientación era la construcción del poder, y no mezclarnos en esta porquería del poder [establecido].

Recuerdo que cuando se discutían los estatutos del Pachakutik en aquella época, siempre se dio mucho énfasis a la representación de aquellos compañeros o compañeras que habían llegado a la institucionalidad del Estado, de manera que había una sobrerepresentación, finalmente, de funcionarios estatales dentro de la propia dirección del Pachakutik.

Hemos resultado ser alcahuetes, hemos dejado pasar las cosas. Yo recuerdo lo que era el Ecuarunari antes, por ejemplo: no dejaba pasar un solo ápice de fallas, de errores. “Cometiste este error, compañero, tú no estás más aquí en [la dirección del] Ecuarunari”. Y así era. Ahora, los compañeros cometen cualquier barbaridad y con la misma cara vienen. Y es más, de repente son elegidos autoridades nuestras, y toca sacarse el sombrero. Es una barbaridad, no hay reglas del juego para poder controlar, no hay ni siquiera una disciplina, no sé qué llamar: decir partidaria, del movimiento. Cualquiera se va, transa, hace barbaridades, no en contra del movimiento [Pachakutik], porque yo creo que si se acaba el movimiento no nos afectaría mucho. Lo que han hecho es tremendos daños contra el movimiento indígena, contra nuestras organizaciones, contra nuestros principios. Y no hay ningún control, pasa nomás.

¿Qué pasa a nivel político con el movimiento indígena?

Esto nos lleva a la diferenciación política dentro del movimiento indígena, que ha sido evidente en estos últimos tiempos; aunque siempre ha habido posiciones distintas, ahora se han hecho mucho más visibles, incluso el asunto éste de las conversaciones con la Junta Cívica de Guayaquil. ¿Qué pasa a nivel político con el movimiento indígena?

En la medida que ha ido pasando el tiempo, si bien ha habido conquistas, como la presencia misma del movimiento indígena, la visibilización de los actores históricos en nuestro país sus propuestas, también hay aspectos que se han ido visibilizando hoy en día hacia afuera, porque adentro a veces dejamos pasar y no se han implementado en estos últimos tiempos correctivos.

Siempre hubo algunas líneas de comportamientos políticos distintos dentro del movimiento indígena. Y eso nosotros siempre hemos admitido que así es, pero no es con el mismo rigor que ahora nos ven desde fuera. En la medida en que el sistema ha ido penetrando en las comunidades, también nuestras comunidades por eso mismo se adaptan fácilmente con el discurso de la integración, de la igualdad, con este discurso que dicen de las oportunidades, que son discursos que estos últimos tiempos lastimosamente han penetrado nuestras comunidades también.

Antes, en la década de los 70 (cuando todavía no estaba en las dirigencias), recuerdo que habían encuentros de dos procesos fundamentales: lo uno que viene desde una matriz católica, religiosa (hasta yo pasé por ahí: fui catequista), y otro que nace en los partidos de izquierda, partido Socialista, partido Comunista. Pero no teníamos mucho conflicto, porque en definitiva habían más objetivos que nos unían, que lo que nos separaba. Así fuimos creciendo, poquito a poco. En esta década de los 70 así empezamos a conocernos. [También había otra posición]: el indianismo, que se daba mucho más en el Perú, en Bolivia, y que de alguna manera tuvo alguna influencia por acá, en algunos dirigentes de esa época que, a finales de la década de los 80 seguían con ese mismo discurso, pero ese sector del movimiento indígena no era fuerte; cuando se formó la Conaie había un grupito llamado Modelinde, pero desapareció y no volvió más. Las otras dos vertientes siempre hemos estado juntos, no ha habido rupturas fuertes en ningún momento. Por eso surge con mucha fuerza el proceso del Ecuarunari, de la Conaie, después.

Nunca hemos tenido conflictos internos como ahora ya existen. La penetración del sistema, de este modelo de vida, ha provocado y generado también la estratificación social en las comunidades indígenas. Y esto se ve con claridad, en el caso de Imbabura, por ejemplo. Antes, algunos compañeros no indígenas, antropólogos, sociólogos, no nos aceptaban que había la pequeña burguesía indígena. Pero ahora yo creo que hay una gran burguesía indígena, exportadora de productos, importadora de productos, de materia prima, y que juegan ya en campo del mercado internacional.

Le daré un ejemplo a manera de anécdota. Nosotros pelando aquí en el 2006 para derrotar el TLC. En la provincia de Cotopaxi, de Chimborazo, Tungurahua, aparecen ya algunos grupitos en las comunidades que son transportistas, que están metidos directamente dentro del sistema del mercado; pero a pesar de estas diferencias, todavía no se ven contradicciones fuertes, lo que sí existe, por ejemplo, en Otavalo. Llegando a Imbabura, voy dando un discurso supuestamente de reivindicación de todos, de todo el pueblo y particularmente del movimiento indígena. Y ahí me hicieron callar los compañeros: “¿Por qué oponerse al TLC? Si el TLC nos va a beneficiar a nosotros”. Parece que les perjudicamos un poco, aunque no sé de qué manera, porque es insignificante lo que ellos hacen en relación con todo el comercio internacional del Ecuador.

Ahí encontramos no solamente diferenciación social, sino contradicciones profundas, reales. Este es uno de los problemas al interior del movimiento indígena, que se debe tratar y lastimosamente no se ha tratado.

Quisiera comentar aquí esto de la Junta Cívica. Las diferencias son abismales en lo que tiene que ver con los intereses entre nuestros compañeros dirigentes y autoridades y la Junta Cívica. No creo que haya comunión de objetivos; es claro la derecha lo que quiere. Yo creo que hay una cierta ingenuidad, no sé, una falta de formación política en los compañeros dirigentes, aunque dentro del movimiento indígena hay también un sector que es absolutamente pragmático: que las cosas se hagan al instante, y ahí no cuenta ni creencias, ni principios ideológicos, ni políticos, nada. Obviamente que al actuar así se está haciendo todo el juego hacia allá y poniendo en un pésimo precedente al movimiento indígena. Yo había dicho en esa oportunidad: “Compañeros, eso merece una censura por parte de todas las organizaciones, porque eso no podemos admitir. Desde cualquiera de los sectores del movimiento indígena, no creo que vayan a perdonarles, porque es terrible lo que están haciendo. Si bien es cierto que lo hicieron ingenuamente, porque les dijeron: Vengan, que les van a dar algo, eso es carencia total de conocimiento de la posición política, ideológica de nuestra propia organización”.

Pero hay que hacer algunas acotaciones. Un sector, o al menos un grupo, al interior de nuestras organizaciones y del movimiento indígena hay al menos proyectos de estratos que tienen que ver fundamentalmente con intereses de carácter económico. La constitución de estas empresas, por ejemplo. Sin mencionar nombres, ni nada, pero sí hay que decir que hay una diferenciación abismal, y ahí sí hay acciones y hechos palpables, visibles, premeditados. Ahí no vamos a decir que es ingenuidad, no; yo creo que saben lo que están haciendo, saben a dónde van. Es una diferencia total entre lo que es el principio del movimiento indígena, las bases fundamentales que tienen que ver con la orientación del movimiento indígena, y esto que se está construyendo, es decir, estas empresas privadas. Y lo que es mucho más grave es que los compañeros están actuando con un doble discurso y una doble moral, porque por un lado: “no a la minería”, pero sucede que esta famosa Corporación tiene que ver con la minería, y tiene que ver con la minería a gran escala, porque no están hablando ellos de la minería artesanal. Por no decir que a lo mejor tengan acuerdos, por ejemplo, con las mineras canadienses que están en Zamora Chinchipe, porque ahí tratan de implementar o están implementando esta empresa.

Ahí si hay diferenciaciones fundamentales, ya no son estos matices, estas diferencias de líneas pequeñas que el movimiento indígena lo ha superado, o por lo menos ha tratado de ir mitigando en el camino, porque no son diferencias profundas. Pero estos hechos que estamos viendo últimamente ya se diferencian totalmente del proyecto del movimiento indígena.

A pesar de todos estos factores de carácter negativo que estamos analizando, el movimiento indígena sin embargo está presente, está vivo, está activo.

El movimiento popular

¿Y las relaciones entre el movimiento indígena y el resto del movimiento popular?

Al igual que el movimiento indígena hay la emergencia de otros sectores, y lo que hay que hacer, a mi manera de entender, es cómo rearticular una alianza que vaya más allá de estas coyunturas acostumbradas, cómo implementar un proceso de encuentros de esas diferentes vertientes, una convergencia de todos esos movimientos en una agenda común.

Las agendas las tenemos; los movimientos sociales y populares en este país no es que carezcamos de una agenda propia, histórica, una agenda de lucha, que impulse un proceso de cambio real en este país. Pero quizás las acciones del mismo gobierno en contra de estos mismos sectores, lo que ha hecho es dispersar. Por eso lo central es cómo rearticular, cómo converger en un mínimo común entre todos estos sectores.

A veces creo que también priman algunos prejuicios. Yo hablo de nuestro lado: todavía hay compañeros que dicen que no, porque hemos visto las traiciones, hemos visto que han malogrado el proceso del conjunto de los movimientos sociales y populares que de una u otra manera, en una articulación aunque sea mínima, teníamos futuro, teníamos claro hacia dónde ir. Estoy hablando de lo que sucedió en el movimiento Pachakutik con algunos compañeros. Entonces, claro, hay cierta resistencia en algunos sectores de los pueblos indígenas, especialmente en la Amazonía. Dicen: “No, para nada”, cuando hablamos de alianzas con los sectores sociales no para elecciones, convirtámoslo a Pachakutik en otra cosa, en las luchas populares. Hasta dijimos: “Hagamos una moratoria, no participemos en las elecciones”. Que no, y que no hay que admitir lo que ellos llaman esas falsas alianzas. Tenemos esas debilidades, y tenemos esos prejuicios. No sé que hay que hacer con eso, tal vez formación, capacitación. En otros sectores, más bien, hay predisposición. Yo he estado hablando con algunos compañeros dirigentes sindicales de los trabajadores petroleros, he estado hablando con los dirigentes de los jubilados, y dicen: “¿Y qué fue? ¿por qué no convocan?”.

Lastimosamente, en la Conaie no se está haciendo absolutamente nada por las relaciones que hemos mantenido con sectores de los pequeños comerciantes, los barrios populares, hemos perdido, ya es del pasado. Y hay otros compañeros que tienen resistencia, no quieren ir.

En el Ecuarunari, más bien, había convocado el compañero Delfín, que tiene al menos la predisposición de conversar con los otros sectores. Sobre todo por la propia vivencia, por su lucha actual es necesario que conversemos con estos otros movimientos que están en las mismas o peores condiciones que nosotros los indígenas.

En el momento actual parece que todos los sectores, y la ciudadanía en general, de cualquier modo, hemos identificado y caracterizado lo que es este gobierno, y me parece que no debemos esperar más. Ya no se puede “darle la oportunidad” para ver si podemos torcer un poquito el camino en el que está este gobierno. Estamos viviendo un momento en que [se necesita] que estos sectores sociales y populares tengamos lista nuestra propia agenda de lucha, y que estemos en capacidad de contrarrestar el discurso, las políticas y las acciones de este gobierno, y decir que el verdadero cambio está aquí con el pueblo.

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